viernes, 19 de abril de 2013

¡Respiremos!

Vamos a conocer un poco más nuestra piel desde un punto de vista holístico. De una manera mucho más plena. Para poder saber “qué nos cuenta” y cuál es su función.
La piel está asociada al elemento Metal, al pulmón,  uno de los órganos más susceptibles al mundo exterior, por lo que suele reaccionar muy fácilmente a elementos externos como el clima,  nuestra relación emocional con el entorno…
Es “el tercer pulmón”. Muchos problemas de piel están relacionados con un exceso de toxinas (químicas, emocionales, mentales)  que nuestro sistema no ha sido capaz de eliminar.
Los sentimientos de tristeza, frustración, están asociados también al funcionamiento del pulmón. Cuando estamos tristes es como si nos costase vivir. En esos momentos nos negamos el oxígeno, no queremos “respirar” la vida, ni las situaciones que nos rodean.

La piel expresa emociones, refleja lo que está sucediendo en el interior.  La batalla oculta que estamos viviendo y nuestra relación con el entorno. Muchas veces grita lo que callamos por dentro.

Cuando la protección natural que es la piel se transforma en una “armadura” contra el exterior, cualquier elemento puede ser considerado “el enemigo”, librándose entonces una batalla que termina por aislarnos de este mundo del que formamos parte. La alergia es en muchas ocasiones una respuesta exagerada a sustancias absolutamente inocuas por parte del sistema inmune. Surge entonces el rechazo ante el polvo, los animales, el polen, etc.

En la alergia suele haber un fuerte componente de ira contenida que se vuelca y simboliza en el elemento rechazado. Muchas veces el tipo de alergia nos habla del problema emocional no resuelto. No es lo mismo la alergia al polvo que a los animales. Cada una nos cuenta “una historia no resuelta” diferente.

La piel es “el espejo de nuestras emociones”. La persona feliz parece emitir luz a través de su piel, mientras que su epidermis se vuelve opaca ante la tristeza o el cansancio.
El estrés es otro grave trastorno que se reflejará en nuestra piel. La tensión nerviosa libera adrenalina que actúa sobre las glándulas sebáceas, produciendo un exceso de sebo.
El picor nos habla de irritación contra un mundo que no entendemos. De ira contenida. De nuestra incapacidad de expresar nuestros sentimientos y necesidades.
La psoriasis suele ser una manifestación ante la desilusión o una grave pérdida emocional. Refleja personalidades muy dependientes. Se enganchan a un vínculo para no enfrentarse al mundo exterior en el que se ven incapaces e inestables emocionalmente. De ahí su tendencia al control, eso sí, a nivel mental.
La persona con problemas de piel suele tener grandes dificultades para expresar libremente sus sentimientos. Personas nada asertivas, con tendencia a eludir la resolución de conflictos en el exterior. Las relaciones con los demás se transforman así en motivo continuado de tensión nerviosa al verse incapaces de relacionarse en igualdad. Esto empeora todavía más el estado de la piel.
Por supuesto no hay normas aquí, cada persona es diferente y hay que mirar cada caso en particular, son tan sólo pinceladas generales que se repiten y nos puedes servir de guía. Pero todas las personas que me encontré en mi trabajo con problemas de piel, se sentían incapaces frente al mundo, sobrepasadas por las relaciones, sintiéndose incapaces de comunicar sus verdaderos sentimientos. Muchas de ellas con un enfado “guardado” desde hace mucho tiempo. Sin permitirse mostrar lo que no les gusta. Como el payaso cuya sonrisa pintada oculta un gran llanto interior.
La mayoría de estos problemas están vinculados a dificultades de comunicación con el otro, a sentirnos impotentes a la hora de expresar lo que sentimos y necesitamos. Es preciso por tanto, además de cuidar nuestra piel externa e internamente con los nutrientes naturales necesarios, sanar todos esos conflictos no resueltos que nuestro ser calla por dentro y grita desesperadamente hacia afuera.
Parar la batalla interior para resolver. Para que caigan las armaduras que nos mantienen arrinconados y solos. Y así, descubrir que la verdadera protección nunca es amurallarse y que tras esos muros que un día construimos para protegernos, hay un mundo maravilloso con el que interactuar del que formamos parte. Y que al abrir las puertas y las ventanas nos reencontramos con todos esos recursos que siempre tuvimos para respirar, sentir, comunicar y compartir.
Así que en lugar de enfadarnos con nuestra piel, empecemos a agradecer la historia que nos cuenta. Escuchemos. Que nuestra piel sea una defensa  frente al daño pero nunca una barrera contra el amor. Fuera tóxicos por fuera y por dentro. Abramos las ventanas a lo saludable. ¡Es hora de respirar!
Victoria Embid  www.victoriaembid.com
Lacrem de Lacrem